
Qué fáciles
eran aquellos tiempos en los que un cuadro hecho con macarrones era el motivo
de la mayor de las sonrisas de tu madre. Esos años en los que decirle a tu padre
que era él, el señor con bigote que habías pintado en tu dibujo, era el mejor de sus regalos navideños. ¿Por qué los que antes eran felices aceptando
manualidades de macarrones y palillos (las cuales desaparecían misteriosamente
y descubrías al cabo de los años cogiendo polvo en el trastero); son ahora los
que están a punto de desheredarte al grito de “vaya hijo he criado” o “te
parecerá normal regalarme eso”?
Para
los rezagados como yo que acaban de descubrir que faltan dos días para el
temido seis de enero. Para aquellos negados que elegir regalos les supone un
verdadero quebradero de cabeza, - y por qué no decirlo - un martirio. Para vosotros, los que habéis regalado
una faja a tu abuela, un destornillador a tu padre, o una mesa de madera a tu
hermana pequeña.
Este
post va dedicado a todos nosotros, un homenaje para los más incomprendidos en
estas fechas de regalos. No nos avergoncemos, somos muchos, no estamos solos. Es
más, levantemos la cabeza y sacando pecho confesemos con orgullo el “mejor regalo” que hemos hecho
en vuestra vida.
0 comentarios:
Publicar un comentario